Cuando la vergüenza te deja fuera de la foto…y de tu autocuidado

Estos meses de verano, en nuestro grupo de tratamiento para el trastorno por atracón, hemos trabajado algo más profundo que la relación con la comida: la relación con nuestro cuerpo. Hemos hablado de la imagen corporal. Y no, no desde lo estético o desde un discurso vacío de “quiérete más”, sino desde la herida, desde la experiencia real de vivir en guerra con el propio cuerpo.

Muchas de las personas que conviven con un trastorno alimentario sienten que su cuerpo es inadecuado, que hay algo en él que “no encaja”. No es raro escuchar frases como “me da vergüenza salir en las fotos” o “no me gusta ir a la playa porque no soporto que me miren”. Esa vergüenza no solo aleja del espejo, también aleja de la vida. De los encuentros, del disfrute, del autocuidado.

La imagen corporal no es solo una opinión sobre nuestro aspecto: es una experiencia emocional, muchas veces marcada por juicios externos, mensajes familiares, traumas o vivencias de exclusión. No se trata de gustarse más, sino de aprender a vivir con menos rechazo, con más comprensión y compasión hacia el cuerpo que hemos habitado toda la vida.

En grupo hemos puesto palabras a esa incomodidad, a esas fotos que no se hacen, a los silencios delante del armario, a las comparaciones o a los momentos de evasión frente al espejo. También hemos comenzado a cuestionar creencias y abrir espacio a nuevas formas de estar en el cuerpo. Porque cuando podemos mirar nuestro cuerpo con menos juicio, también podemos empezar a cuidarlo sin castigo.

Trabajar la imagen corporal es una parte fundamental en el abordaje del trastorno por atracón. No basta con hablar de comida o control de impulsos si no abordamos el dolor que genera vivir sintiendo que el cuerpo es un enemigo.

Porque solo cuando dejamos de odiar el cuerpo, empezamos realmente a habitarlo.

 

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Adolescentes, diabetes y trastornos de la conducta alimentaria